Entre letras y bombas: Historia de la relación entre anarquismo y literatura. Primera parte. Los antecedentes: Romanticismo social y socialismo utópico.

por Erick (Mab) Hernández Huerta

Odio la opresión con un odio profundo

así pues cuando oigo, en cualquier rincón del mundo,

bajo un cielo inclemente, bajo un rey asesino,

a un pueblo que estrangulan, llama y gritar,

entonces, ¡ha! maldigo en su corte, en su antro,

a esos reyes cuyos caballos les llega la sangre al vientre.

–Victor Hugo 

En los albores del siglo XIX, donde las formas de producción capitalistas dadas por la revolución industrial y las «nuevas» dinámicas de explotación ya estaban asentadas en la mayor parte del mundo, se gestó un proceso literario que ha marcado la historia del pensamiento político y la creación literaria. Es un hecho que en la actualidad no es muy mencionado por el movimiento libertario de nuestro tiempo, a pesar de la enorme influencia que este tuvo para la formación del pensamiento político, tanto del anarquismo, del socialismo utópico, como del feminismo o los feminismos.

Para tener una mejor comprensión de los procesos históricos y político-sociales, no es solo hechar mano de los libros de historia, de antropología o de la historia oral. Claro que estas fuentes de memoria son de gran relevancia, sin embargo, no podemos dejar de lado las aportaciones que podemos encontrar en las páginas de obras literarias, ya sea en forma de cuento, de novela, o de poesía.

En el caso concreto de la historia del pensamiento anarquista, que es el que nos interesa ahora, podemos ver cómo se ha construido a la par del entorno literario, y a su vez dicho entorno también se construye de manera  paralela al pensamiento y a la práctica social, pues la obra artística no se puede sustraer de su contexto socioeconómico y cultural. Es por ello que para la reconstrucción de la memoria histórica del pensamiento libertario a través de la literatura (y también desde la historia de la literatura desde el anarquismo), retomamos las palabras de Ricardo Piglia: «la literatura le da forma a la experiencia vivida» y el «saber leer, es saber asociar». Con esto último nos referimos a la asociación que hay de la literatura con la realidad, haciendo de esta, una especie de registro de la vida misma, es decir, de la historia.

Sin embargo, para la comprensión de la historia a partir de la literatura, es necesario tener en cuenta las palabras de Ariel Dorfan: «En toda sociedad, donde una clase social es dueña de los medios de producir la vida, también esa misma clase es dueña del modo de producir las ideas, los sentimientos, instituciones, en una palabra, el sentido del mundo». Cuestión que para el anarquismo quedó bien entendida. Podemos ver la importancia que este tuvo para la formación cultural de sus adeptos; para su crecimiento individual y su emancipación, utilizando como instrumento una de sus herramientas más importantes: la imprenta.

La utilización de la imprenta como herramienta ideológica contestataria, no fue algo que llegó primeramente del anarquismo, existe registro de que la lucha desde el discurso escrito proveniente de la población obrera en Europa, se había dado hacia 1830 en París y en Lyon,  y para 1839, obreros San Simonianos habían fundado La Ruche Populaire. Pero el ejercicio de describir y denunciar la explotación y la miseria no provenía solamente del les obreres adeptos al socialismo utópico o de los teóricos políticos o economistas socialistas. Es aquí donde podemos encontrar raíces del pensamiento político (ya sea marxista o anarquista) que provienen de la literatura, y para ello es de suma importancia reconocer el papel que tuvo el Romanticismo Social en la producción de formas de ver el mundo.

Al igual que en el anarquismo, en donde no podemos hablar de un solo tipo, sino de anarquismos que varían según su contexto e incluso su época, en el caso de la corriente literaria del Romanticismo se puede hablar de dos romanticismos, uno es el Romanticismo Alemán y el otro es el Romanticismo Francés (o Romanticismo social).

La diferencia entre estos dos romanticismos no sólo radica en la temporalidad de la producción literaria de cada uno, pues si bien el «el gran periodo del romanticismo Alemán» va de 1790 a 1820 (a diferencia del francés que tiene sus comienzo en 1815). Los escritores románticos alemanes, según Roger Picard, «no sueñan más que con la autoridad y glorifican al Estado conquistador y señor todo poderoso tanto de almas como de las cosas», en cambio «En Francia se hace el proceso de la sociedad y de sus injusticias, no se han olvidado los derechos del hombre, y la idea social dominante es la de la libertad». Por ello no resulta extraño, ver en el contenido de las obras románticas la gran diferencia entre Marx y Proudhon en cuanto a las discusiones sobre la libertad y el Estado, pues Marx, como bien dice Victoria Herrera “conocía de memoria a Goethe y Heine, [a] Wilhelm Liebknecht». En el caso de Proudhon, que aunque se declaraba abiertamente enemigo de la literatura romántica, como lector de la misma, simpatizaba con algunes literatos en el precepto de la libertad e incluso llegó a compartir espacio con personajes como Víctor Hugo.

Aunque también resulta un poco complicado definir cuáles son las bases del romanticismo francés debido a la grandes contradicciones internas, podemos definirlo como una época en sí misma; época que va de 1815 a 1862. Cuestión que es totalmente discutible, pues algunos aseveran que este proceso se cierra en 1852 «época en la que triunfa el realismo en la literatura», mas es necesario tener en cuenta que Víctor Hugo, quien es uno de los más grandes exponentes del pensamiento romántico, publica en 1862 Los miserables.

La producción literaria que existía antes del romanticismo social era una literatura que generalmente describía a las clases dominantes y no en un sentido crítico. En un primer momento lo hacía con la vida de los aristócratas y reyes; después, como dice Arnold Hauser en su Historia social de la literatura y el arte, «La burguesía se apoderó paulatinamente de todos los medios de cultura; no sólo escribía los libros, si no que los leía también». En caso de que se hablase del pueblo en la literatura, lo que más circulaba eran obras que aportaban a la creación de un imaginario colectivo que beneficiaba a los que ostentaban el poder. Tal es en el caso de la lectura de La fierecilla domada, obra ya conocida de Shakespeare en la que, según Silvia Federici, es utilizada para para acusar a la mujer de ser poco razonable, vanidosa, despilfarradora y salvaje. Donde «La lengua femenina, era especialmente culpable, considerada como un instrumento de insubordinación. Pero la villana principal era la esposa desobediente, que junto con la “regañona”, la “bruja”, y la “puta” era el blanco favorito de dramaturgos, escritores populares y moralistas.”

Así, con la llegada de esta corriente, la generalidad en la producción literaria cambió, pues «El movimiento romántico se convierte ahora por vez primera, en una lucha por la libertad […] contra el mismo principio de tradición, de autoridad, contra toda regla», afectando esto a los diferentes ámbitos literarios y artísticos ya no sólo de Francia: los procesos de migración hicieron su trabajo, llevando estas formas de leer el mundo y narrar la vida a distintas partes del globo. El movimiento romántico unía las preocupaciones sociales con las doctrinas literarias, haciendo con ello un reflejo de la miseria humana.

A pesar de las enormes contradicciones que existían entre les románticos, en elles podemos encontrar los primeros discursos literarios sobre el volver a la naturaleza; la crítica a la sociedad industrial, al trabajo. Incluso, un odio de clase, como es el caso del poeta Aguste Barbier, quien comienza su producción literaria en 1830 y quien tenía ya postulados contra el maquinismo. Esto, a causa de la miseria que él veía en el «progreso» industrial:

Se parte el corazón al ver sombríos calabozos,

donde seres humanos, como autómatas,

gastando la vida y la salud, hacen maquinalmente,

de la mañana a la noche, el mismo movimiento

todo ello para enriquecer  a algún ocioso fabricante

que, en el fondo del corazón, no es a menudo más que un

bandido.

A pesar de lo que normalmente se cree del romanticismo, este fue un impulsor de las ideas de emancipación de la mujer. Con esto no se dice que no existieran obras impregnadas de monogamia y de patriarcado en esta producción literaria. También es necesario ver que dentro de este tipo de contradicciones filosófico-literarias se dieron los primeros pasos, desde la novela social hacia el pensamiento generalizado, en torno a la emancipación de la mujer y la multiplicidad de afectos escritos desde una mujer. Como era común –y lo sigue siendo en la actualidad–: quienes mayoritariamente escriben sobre ello, son hombres.

Es de antemano ya sabida la relación de amistad que había entre Bakunin y George Sand (Aurore Lucile Dupin de Dudevant). Más lo que suele pasarse por alto desde las filas del anarquismo y demás movimientos sociales, la importancia de esta escritora es fundamental. Reconocida como una de las escritoras más notables del romanticismo Francés y sin duda alguna de gran influencia para el movimiento fourerista de la época –intentando adherirla a sus filas– sus novelas, de corte totalmente social, anunciaban ya la cercana llegada del realismo y el naturalismo en la literatura. Sand tocaba temas como la crítica al matrimonio y al dominio masculino, como es en el caso de Valentine, publicada en 1832 o en Jacques, donde habla del derecho de la mujer a tener múltiples amoríos. Esto explica el interés de los foureristas en ella y lo que ya después se llegó a conformar de manera más conocida como «amor libre».

Las críticas que Proudhon desarrolla en «Sobre el principio del arte» y su aberración al romanticismo donde  hace la pregunta: «¿Me he equivocado al decir que el primer acto de la revolución social debía ser el de arrojar al fuego toda la literatura romántica?», se puede entender quizá como una desacuerdo con las posturas de emancipación de la mujer de George Sand. Proudhon glorificaba al pintor Gustav Coubert y al realismo como corriente artística. Elogiaba así una serie de características, pero los elogios hacia Coubert y el realismo, eran hacia cosas heredadas del romanticismo social, principalmente, el reflejo de los cuadros sociales de la época. Es ya sabido que en cuestiones de amor y matrimonio, Proudhon caía en un pensamiento conservador y misógino. Afirmaba que «La conciencia de la mujer, es más débil que la del hombre, por la diferencia que separa su espíritu del nuestro; su moralidad es de otra naturaleza; lo que la mujer concibe como bien y mal, no está bien apreciado; de modo que relativamente a nosotros la mujer puede ser considerada como un ser inmoral». Con este tipo de comentarios no resulta raro que Proudhon se proclamase en contra de Romanticismo, pues este pegaba justo en el área donde él era más autoritario y conservador.

Afortunadamente el sector anarquista no tomó parte de las ideas de Proudhon en torno a la mujer, todo apuntala lo contrario. Lo podemos ver ejemplificado con Mijail Bakunin y sus posturas sobre la mujer y el amor, que se inclinarían más a los postulados de su amiga George Sand que a los de Proudhon mismo.

Finalmente, los ideales románticos dieron pie a otras corrientes literarias, quizá con menos contradicciones y bases un poco más sólidas. Conforme el romanticismo comenzó a decaer, el naturalismo y el realismo comenzaron a surgir. Estas dos corrientes artísticas, ya sea para bien o para mal, se nutrieron de manera directa del anarquismo para dar existencia a algunas de sus obras literarias. El nacimiento de esta corriente ideológica y estas dos corrientes literarias se efectúan en una temporalidad muy cercana. No solo fue que la literatura se sirviese de las prácticas anarquistas; también estas de lo literario, pues algunas prácticas anárquicas y posturas libertarias vienen de manera directa influenciadas por obras poéticas, cuentos, novelas o teatro perteneciente a alguna de estas dos corrientes literarias.

Erick (Mab) Hernández Huerta nació en Zacatecas en 1994. Es coeditor de la página y fanzine/revista Libres, literatura, crítica y anarquismo. Es responsable de la librería de ocasión Libros Libres Louise Michel. También participó en la ya extinta Biblioteca y centro social María Talavera. Actualmente, participa en un espacio colectivo llamado Casa Soona, donde se realizan círculos de lectura, jornadas libertarias y distintas actividades encaminadas a la difusión de las ideas anarquistas.

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